No era fácil ser un orco, sobre todo desde que los Uruk-hay fueron creados por Saruman. Esta historia versa de un orco cualquiera, RoGhar, y cómo murió en la batalla de del Abismo de Helm.

Ninguna canción te nombrará, deforme amigo verde, casi gris. Tus dispares ojos, tan grande uno, tan pequeño el otro, tu boca cortada por las espadas de tus compañeros en las justas habituales en que te peleabas con alguien a cambio de un trozo de pollo de los grandes, de los que comen los Uruk-hay, tu nariz rota de nacimiento, tu espalda jorobada y tus flacuchas piernas, todo en ti es un desastre, por ello te escribo. Llevas la espada de hierro mellada y el alma de hielo bien fría, sueñas con ver a tu señor Sauron en el trono del mundo, pero aún más con verte a ti bajo su estandarte, ufano de ser siervo del más poderoso del universo, delirante imaginando que te toque un poco del botín que dejen los humanos tras su exterminio. Trabajaste en las minas, creando a los que ahora te llaman snaga(esclavo) y te golpean con sus anchas espadas que doblan tu tamaño. No ves ante ti más que los traseros de tus aliados, todo son más altos que tú. Aunque piensas y fantaseas con que hoy, entre humanos, muros, trols y Uruk-hay, eres una mota de polvo, un pequeño ser entre gigantes, y esperas que eso te dé ventajas a la hora de escaquearte hasta saber si vais ganando o no, para meterte en la batalla o escabullirte. Eres cobarde, quizás sea lo mejor de ser orco, el no sentir vergüenza por no tener honor. Tu comandante, un uruk-hay con pintadas blancas en la cara te mira fijamente un instante, parece olerte a distancia como si pudiera percibir tus intenciones de huir a la primera de cambio, pero eres consciente de que si puede oler eso, debe estar hasta el culo de esa peste a inmundicia, porque todos los orcos piensan lo mismo, en vivir un día más. Oyes gritos, incluso algún cuerno de los que usan los humanos, todo empieza a agitarse y temblar, sabes que la batalla se aproxima y que pronto empezarán a avanzar las escalinatas con las que trepar los muros de la fortaleza. Miras a lado y lado, algunos, visiblemente sedientos de sangre, golpean su escudo con las espadas, otros tiemblan de nervios y miedo, otros gritan palabras en la lengua oscura. Un grito contundente del comandante llega y todo el mundo empieza a avanzar. RoGhar siente cada pisada fría del suelo húmedo, no soporta el agua, como cualquier orco que se precie, así que intenta esquivar los charcos, hasta que un uruk-hay le golpea la espalda para que se centre. Mira al cielo y está empezando a llover. “Las cosas van de mal en peor”, piensa. Escucha voces que anuncian flechas humanas. Oye silbar las saetas y clavarse en los escudos de sus compañeros, a los bajitos no les daban escudo, supuestamente no corrían peligro de recibir un flechazo. Pero RoGhar no se da cuenta de que el uruk-hay que tenía delante ha desaparecido y ve, hermosa y directa, la flecha humana llegar a él y reventarle el entrecejo.

Ese fue RoGhar, uno de tantos orcos caídos en esta y más batallas, uno de esos héroes (villanos en este caso) anónimos que luchan en tantas películas, libros y series y que a nadie le importan un carajo, por ello, hoy le rendimos homenaje, porque nadie lo ha hecho ni lo volverá a hacer jamás.

Imagen extraída del post: http://www.taringa.net/post/arte/13875734/Orco-El-Senor-de-los-Anillos-Speedpainting.html