Se derrumban los muros grises de la iglesia.
El león come la poca carroña humana que queda.
Tras el declive de los huesos, la sangre sube al techo.
Se tuerce el aire y un viejo muere a mis pies, blasfemando,
escupiendo la sangre que le resta, casi negra.
Una pareja de cuerpos resecos y sin cabeza se abrazan
en el bloque de piedra que hay en el bosque de árboles almidonados.
Se disipan las brumas de niebla y aparece un esqueleto desnudo.
No sé que está ocurriendo, será el fin del mundo…
será que te echo de menos.
3 febrero, 2017 at 10:46 am
No, no se trata del Apocalipsis, en realidad no es más que el fin de una relación, que sin saber nada de ella me aventuro a decir que no era sentida ni llevada de manera equitativa o equilibrada…
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3 febrero, 2017 at 11:01 am
Ella es fantástica, con sus problemas como todo el mundo. El error fatal fue mío. Gracias por comentar😉
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3 febrero, 2017 at 11:39 am
Ante el vicio de pedir, la virtud de no dar.
Y para lo que nos atañe: ante el vicio del error, la virtud del perdón.
A veces el mayor error es no perdonar.
Ya sabes lo que pienso, amigo. Ánimo.
Incluso los seres más fantásticos se equivocan…
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3 febrero, 2017 at 11:49 am
Lo sé😉 pero no quiero que nadie piense mal de ella, porque no se merece eso.😊
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3 febrero, 2017 at 12:35 pm
Reconocerlo en público te honrra.
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3 febrero, 2017 at 4:49 pm
Devastador, Roger. Por cierto, estoy de acuerdo con la rúbricadelcubo: a veces el mayor error es no perdonar, incluso me aventuraría a decir que siempre es el mayor error. Un besazo.
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3 febrero, 2017 at 4:50 pm
Gracias, por los ánimos y el cariño 😊
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